sábado, 24 de marzo de 2012

UNA SOMBRA EVANESCENTE


B
ajo la luz de las estrellas una noche me encontraba. Con mis ojos fijos hacia el cielo, como si fuesen un par de espejos. A la hermosa luna llena admiraban reflejando su pálida luz plateada. Y al hacerlo mi mente se perdía desvaneciéndose en el espacio, alucinada por esa luz que me llegaba de tan lejos. La cálida brisa nocturna a manera de saludo mi piel acariciaba. Con suavidad a mis oídos con voz de serpiente algo susurraba. Más mi alma en ese momento fuera de mi cuerpo estaba. Por lo que imposible me era entender lo que ella con seductiva y delirante voz me hablaba. Al parecer no veía que sobre ella como humo mi alma flotaba. Cual ave nocturna que al llegar las sombras sus alas abre. Moviéndose en la penumbra silenciosa emprende el viaje. Lejos, lejos en la oscuridad de la noche me disponía yo ir. Pero cuando iba a partir, mi nombre pronunciado  por una mística voz me pareció oír. Y volviendo más rápido que un destello, mi alma como humo fosforescente atravesando mis ojos que eran como espejos líquidos, a mi cuerpo entraba. Si esto fue verdad o no imposible de saberlo me es. Pues como un vapor fulgurante, sobre el aire mi imaginación envuelta en una especie de embriaguez. Como un fluido incandescente movido por el misterio de la noche espectral alucinaba. Con extrañas formas y colores que sólo existen bajo el halo de la noche. Como un rayo de plata líquida la brillante luz de la luna hace que cualquier mente se trastoque. Distorsionando la realidad de cualquier ser humano. Haciendo que cualquier intento de salir del mundo de lo irreal sea en vano. Llevándome incluso al mundo de lo irracional donde nada es imposible. Donde la locura es el rey, cuyo poder en estos dominios es indiscutible. Haciéndome ir de las ilusiones de belleza y placer a los espejismos más oscuros y terribles.

Ya nuevamente dentro de mi cuerpo. Del cual me liberé aunque fuese sólo por un momento. Traté de buscar esa voz que mi nombre repetía con tono fascinante e intenso. Pero la noche era oscura y misteriosa, más su oscuridad excitaba mi curiosidad. Y por extraño que parezca en medio de esa tenue oscuridad me sentía en completa libertad. Era tenue porque con plateados y fulgurantes rayos la luna débilmente todo iluminaba. Haciendo que todo bajo ella mágicamente adquiriese cierta fluorescencia. Todo esto simplemente en mi alucinada mente aumentaba mi demencia. Mi nombre nuevamente fue pronunciado al viento. Miré hacia todos lados pero todo parecía estar desierto. Quien es dije, quien pronuncia mi nombre para que sea llevado por el viento. Nadie respondió, en un instante el silencio todo lo absorbió. Me irrité y dije, quien me llama, quien es que entre las sombras habla. Y el silencio fue roto y una apagada, ronca y seca voz que parecía venir de lejos dijo ven. Me exalté y con ira grité, muéstrate quien eres y por qué me llamas. De pronto la cálida brisa que me había acompañado todo ese tiempo cesó. Y en su lugar quedó el silencio y todo a mi alrededor en un instante se enfrió. Un horrible escalofrío seguido por el miedo de mi cuerpo se apoderó. Temblaba de miedo y en silencio bajo la argentosa luz de la luna. El frío traspasando piel y carne torturaba mis huesos sin piedad alguna. Poseído por el miedo y en silencio en medio de la noche esperaba bajo la luna. Mientras el miedo con placer me inmovilizaba.

A mi mente llegó lo que la brisa hace un instante decirme intentaba. Pero yo fuera de mi cuerpo extasiado por el encanto de la noche su voz ignoraba. Cuidado, esta noche no es como cualquier otra, en el aire hay algo especial. No se que es pero, siento su oscuro y terrible poder espectral. Huye, huye lejos, vuelve a tu lugar, la cálida brisa hace un momento decírmelo intentaba. Más ahora sus palabras recordar no tiene caso. Pues hacia mi una extraña sombra se acerca con suave y firme paso. Pero continuaba la noche y de miedo y en silencio seguía temblando. Ah! pasé del miedo al horror pues por ese extraño ser mi nombre fue pronunciado. Pero continuaba la noche y de miedo más ya no en silencio seguía temblando. Temblaba de miedo, horror y espanto, en medio de las sombras inmovilizado y ya no solo seguía temblando. La extraña sombra como si disfrutara cada paso que daba hacia mi, seguía avanzando. Al estar tan cerca de mi como para tocarla si estiraba la mano, se detuvo y fijamente se quedó observando. Dentro de esta sombra que se asemejaba a una nube de gas negro e informe, verse nada podía. Sólo dos luces rojas como metal incandescente, a ratos entre esa masa de humo verse podía. Cual remolino que se forma de la nada sobre el suelo del bosque levantando las hojas. Así comenzó a girar sobre si misma esta nube amorfa, y en su centro danzaban  las dos luces rojas. Hasta que poco a poco comenzó a tomar forma, lentamente se formó la figura de un animal. Un perro negro como el azabache más puro, horrible y sin gracia, así era este ser infernal. Ante mi esta criatura hasta cierto punto desdichada, con las luces rojas por ojos. Con agudeza como si entrar en mi mente intentase, mis ojos comenzó a observar. Frente a frente sus ojos con los míos se encontraban, mas los de él eran como soles rojos. Por un tiempo que definir no se, inmóvil ante mi se encontraba este animal, como si por un extraño poder mágico me intentase hipnotizar. De pronto en mi mente escuche una voz espectral, de lejos parecía venir, mas dentro de mi la podía oír. Al principio lo que decía no entendí, mas al cabo de un tiempo expandiendo mi mente todo lo comprendí.

Sabes qué soy inútil mortal, sabes qué es este ser que ante ti se presenta como un animal. Mírame y dime si sabes quién o qué soy, háblame o acaso es que tienes miedo de hablar. O es que tienes miedo de recordar, recordar la oscura voz que te habla al oído suave y perversamente mientras duermes.  La que te rodea de sombras hasta en tus sueños mas inocentes. Mas por asombro que por miedo al despertar de este transe del perro infernal de un salto retrocedí. Durante toda mi vida en mi mente o con palabras hablar a un perro jamás oí. Nuevamente con mi boca o con el pensamiento al perro pregunté. Mas preparado no estaba para la respuesta que escuché. Con esas palabras asombrarme intentas, mas ya miedo dentro de mi provocar no podrás. Un limite de miedo y horror mi alma y mi mente poseen, así que pierdes tu tiempo horrible bestia infernal. Qué es lo que quieres, por qué has venido hasta mi esta mágica noche envolviéndolo todo con un aire fantasmal. He venido por ti estúpido mortal, he venido por lo que guarda tu efímero cuerpo carnal. Deseo llevarme lo único que de ti puede pasar al reino de lo inmortal. Para llevarte mas allá de los limites de la tenue oscuridad del mundo inmaterial. Atraparte para siempre en la oscuridad profunda al otro lado del reino espiritual. Quien eres bestia infernal, por qué al éxtasis que esta mágica noche me producía interrumpir te has atrevido. De donde vienes, dime cosa inmunda, de qué oscuro y fétido lugar has venido. Soy lo que sale de tu alucinada mente en las noches en que tu imaginación embriagada. Sueña con las delirantes y extrañas formas que la noche ofrece extasiada. Soy la sombra que se encuentra al límite de tus más sombríos sueños. La oscuridad que atrapada en lo más profundo de tu mente. Se fuga aprovechando que al alucinar en ella quedan espacios vacíos. Por lo que a través de ellos me escurro fuera de ti sigilosamente. Verme salir de ti nunca puedes porque sumido en tu éxtasis te encuentras perdidamente. Una vez fuera de la prisión de tu subconsciente desaparezco debido a mi naturaleza evanescente. 

Como si fuesen trozos de hielo que cortasen mi piel dejando expuesta mi carne al dolor. Así fueron las palabras que este ser del inframundo me dijo provocándome sentimientos más allá del terror. Infinito como la oscuridad que cubre la tierra durante las noches sin luna, así era. El miedo indescriptible que al esas palabras escuchar, de ellas mi alma se sintió prisionera.  He aquí que como si la respiración me faltase, sentí que de mi cuerpo la energía vital se fugase. Cayendo al suelo boca arriba, inmóvil mi cuerpo sobre la tierra del bosque yacía. Entonces como un depredador que reclama su presa, el perro negro posó sus rojos ojos. Sobre los míos, observando con perverso placer como de mi cuerpo la vida lentamente salía.  Intenso como nunca antes el frió más aún sentí, mientras sobre mi seguían posados los  etéreos ojos. Ligero como una hoja que es levantada por el viento, así me sentí. Más fue sólo por un instante que en este apacible estado incorpóreo viví. Pues pronto rodeado por la oscuridad eterna me vi. Ahora mi alma se desligaba de sus ataduras corpóreas y pasaba a la forma evanescente. Y el perro negro sublimándose se trasformo en un vapor oscuro que parecía exhalado de las profundidades de la noche silente. Ahora él y yo somos uno, atrapados en la oscuridad eterna al otro lado del plano inmaterial. Describir este lugar imposible me es para un habitante del mundo material. Sólo puedo decirles que ni en sus más oscuras pesadillas lo podrán jamás imaginar. Un espectro que mora en las lúgubres noches es lo que ahora soy. Una sombra informe que teme a la luz, pues al verla se vuelve evanescente. Y atrapado en este tétrico y perverso estado estaré por siempre.       


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