domingo, 17 de junio de 2012

LA DANZA DE LAS SERPIENTES (parte III, final)


El día amaneció como cualquier otro en la ciudad dorada, el sol pintaba todo el mármol de los edificios con sus dorados rayos reflejados por los techos de oro. A media mañana el rey descendió a la plaza principal como era costumbre, y al caminar la gente arrojaba pétalos de flores para proteger sus pies del suelo, pero al pasar cerca de unos niños sintió una fragancia que jamás había olido en la ciudad dorada, ese olor sin embargo no le era del todo desconocido, él lo había percibido antes muchas veces, pero en un lugar muy distante, la simple idea de que se tratara de la misma fragancia era una locura se dijo a sí mismo. Pero entonces se apoderó de él un terror que se extendía por todo su ser y comenzaba a ahogar su respiración, por instante pensó que si ese perfume con el que estaban cubriendo su cuerpo provenía de donde el imaginaba todo por lo que había trabajado quedaría destruido. Mientras pensaba bajo su mirada al suelo, y entonces todas sus esperanzas quedaron destruidas, el terror dominó todo su ser y lentamente se fue alejando para dar paso al dolor. Pues bajos sus pies descalzos se encontraban esparcidos los hermosos pétalos amarillos del árbol de la vida.

Con un tono mezcla de asombro y desesperación preguntó quién y de dónde habían sacado esas flores que estaban bajo sus pies y con las cuales lo perfumaban. Unos niños hermosos y sonrientes respondieron que una serpiente blanca se las había dado como regalo para él. Esto causó confusión en su mente y no supo que decir, pues sabía que una ley sagrada había sido quebrantada por segunda vez y que esto llevaría a que la pena y el dolor penetraran en la ciudad y en las personas que tanto amaba.

Pero no tuvo tiempo de decir ninguna palabra, ya que apenas había despertado de su asombro, el cielo se oscureció y un viento frío comenzó a soplar, el día se convirtió en noche y desde las alturas descendieron los dioses con el rostro lleno de ira, pero con el corazón satisfecho por el exitoso plan que había concebido serpiente negra, que se hallaba de primera en el grupo. Al verlos descender supo que todo había sido una trampa, en su corazón sabía que algún día cobrarían venganza por haber dado la libertad a los hombres, y ese día llegó, en un instante de tiempo tan corto su mayor temor se había vuelto realidad. Su oscuro gemelo descendió en medio de la multitud y habló con palabras retumbantes como el trueno, asustando a todos los presentes como era su intensión.

____ Hoy se ha quebrantado una ley sagrada, y por lo tanto los culpables deben ser castigados. Dijo serpiente negra. Las flores del árbol de la vida han sido tocadas por las manos del hombre, y eso está prohibido.

____ Si existe algún culpable en todo esto, ese debo ser yo. Dijo serpiente emplumada. La tristeza lo consumía, sabía que tendría que marcharse de la ciudad dorada, y que los dioses retomarían el control y todo volvería a ser como antes.

____ Tranquilo mi querido hermano, que tú también tendrás tu castigo, como hombre has vivido en la ciudad dorada, y como uno de ellos has tocado las flores amarillas. Dijo serpiente negra con el corazón ardiendo en las llamas del rencor.

____ Aceptaré lo que digan, no pienso poner resistencia, pero dejen a mi pueblo fuera de esto, ellos no tienen la culpa de nada. Habló serpiente emplumada en tono suplicante.

____ Está bien, no le haremos nada a estos granos de maíz ambulantes, pero a cambio debes prometer que jamás volverás a pisar la ciudad dorada ni como hombre ni como dios, jamás volverás a intervenir en los asuntos del hombre, de ahora en adelante quedarás desterrado de la ciudad dorada y de la vida de los hombres. Dijo serpiente negra con su lengua seseante a través de la podredumbre de su boca.

Serpiente emplumada estaba destruido por la pena y el dolor, la tristeza se había apoderado de él, su hermano le había ganado y no había nada que él pudiera hacer para cambiar las cosas. Serpiente negra se acerco a él y con el veneno goteando de sus colmillos le habló en palabras susurrantes.

____ Largo tiempo esperé por este momento, cuantos días pasaron mientras yo en las sombras observaba tu esplendor, tu gracia, tu belleza. Mientras que a mí no me tocó nada. Dijo serpiente negra lleno de ira. Tú el más bello, el más inteligente, el héroe, el favorito de todos, tanto que te aceptaron como su rey incluso bajo esta miserable forma perecedera, incuso con este cuerpo putrefacto sigues conservando tu gracia. Decía serpiente negra llevado por la envidia.

____ Hermano pero qué dices, ambos somos dioses, nacidos de la misma pluma verdiazul en la noche eterna, juntos creamos al hombre y lo vimos caminar en la tierra durante el primer amanecer. Cada cual tiene sus atributos, tus palabras no tiene razón de ser. Dijo serpiente emplumada sintiendo compasión por su hermano.

____ No necesito tu compasión ni tu lástima, lo único que quiero es verte destruido, verte caer en las tinieblas, verte perder la gracia, mientras eres consumido por el dolor y la pena. Decía serpiente negra ahogado en su propio veneno.

____ Perderás todo lo que amas, todo lo que has construido y por lo que has luchado, se perderá bajo la ira de los dioses. Dijo serpiente negra.

____ Sabes que hemos ganado querido hermano, te atreviste a desafiarnos al darles el conocimiento, algo que era sólo nuestro, pero tu se los diste y los liberaste de nuestras cadenas. Habló serpiente negra como un juez que dicta una sentencia.

____ Ellos no son esclavos nuestros hermano, tienes que saber que siempre te he querido, eres mi hermano, pero no podía permitir que tú y los demás dioses los trataran como esclavos que sólo existen para satisfacer sus caprichos. Ellos son la mayor obra de la creación y como tal deben vivir. Dijo serpiente emplumada con lágrimas en los ojos, decepcionado por la visión sesgada de su hermano.

____ Pero de qué hablas, ellos no son más que granos de maíz, no son más que polvo de cacao que tú y yo decidimos unir y dar palabras de vida en el primer amanecer. Acaso ya olvidaste quiénes somos y quiénes son ellos. Serpiente negra hablaba a través del odio, y no había nada que cambiara su visión de las cosas.

____ Veo que no hay nada que pueda cambiar el estado de las cosas. Me iré para siempre a un lugar en donde ninguno me podrá encontrar. Pero no estoy  del todo triste, porque aunque tú y los demás dioses vuelvan a esclavizar a los hombres a través del miedo, esas cadenas no serán para siempre, tarde o temprano las romperán y ustedes habrán perdido. Yo rompí las únicas cadenas que no podía romper el hombre por voluntad propia y esas eran las cadenas de la ignorancia, pero como sabes querido hermano, esas ya no existen desde hace mucho tiempo. Dijo serpiente emplumada con una leve sonrisa y viendo a su hermano, como un adulto que ve a un niño que es demasiado pequeño para entender de lo que se le habla.

____ No importa lo que digas, el mundo ha vuelto a ser nuestro, gracias a tu error y a mi astucia los días de sangre seguirán y seguirán, y el hombre tembloroso y desnudo atrapado en las garras del miedo, no tendrá más opción que volver a nosotros. Dijo serpiente negra con aires de triunfo.

____ El día llegará en que nosotros seremos olvidados, y los dioses no serán más que recuerdos escritos en los libros de antaño, cuando ese día llegue todos pasaremos a la no existencia en medio del silencio, nadie escuchará el lamento de los dioses, y cuando eso  suceda recordarás este día, y recordarás mis palabras. Pero hasta entonces hermano disfruta de tu gloria, ocultó entre las sombras, envuelto entre la inmundicia en donde te regocijas. Dijo serpiente emplumada viendo a su hermano directamente a los ojos.
Se dio vuelta, se elevo entre la multitud que veía todo presa del pánico, tomó a tela púrpura que cubría sus hombros y la dejo caer al suelo, diciendo las siguientes palabras:

____ Siempre quise lo mejor para ustedes mis queridos hermanos. Desde el momento en que fueron creados sentí un amor profundo e inmenso por ustedes. No olviden lo que les he enseñado. Recuerden que ya no están ciegos, y que las cadenas del miedo pueden ser rotas en cualquier momento. No pierdan la esperanza, ni sientan desesperación porque me marcho, ya están listos para seguir adelante sin mí. Dicho esto voló por los aires y descendió en el punto más occidental de la ciudad, y así como llegó siglos atrás, así se marchaba ahora. Caminó con dirección hacia occidente hasta que desapareció de la vista. Nadie nunca lo volvió a ver, y lo que fue de él hasta ahora es un misterio.

No hace falta que de detalles lo que sucedió después, los dioses recuperaron el control sobre los hombres, serpiente negra comenzó por reclamar la sangre de esos dulces niños que tanto enloquecían su mente con su dulce aroma, todo volvió a ser como antes de que serpiente emplumada robara el conocimiento para dárselo al hombre, o por lo menos eso creímos en ese entonces. Los siglos pasaron los días de sangre, miedo y terror siguieron, y las sombras cubrieron lo que una vez fue la gloriosa ciudad dorada, nada quedó de lo que un día fue el orgullo de los hombres. Hasta que, una nueva creencia llegó del oriente, un nuevo dios se alzaba sobre todos los demás, este dios no ejercía control a través de miedo, hablaba de amor y perdón, no exigía sacrificios, al contrario él se ofrecía a sí mismo como sacrificio por los hombres, los alimentaba con su carne y calmaba la sed con su sangre, lo llamaba entrar en comunión con él, comer su cuerpo y beber su sangre era el camino a la vida eterna. Decía que todos los hombres eran hermanos y eran iguales, semejante idea era demente, un dios que no exige a los hombres sangre como sacrificio, sino que él  se sacrifica por los hombres, era absurdo, una ofensa a los dioses, simplemente el mundo cambiaba más rápido de lo que nosotros podíamos asimilar. Al principio todos creímos que era serpiente emplumada que había regresado del exilio, semejante blasfemia sólo podía provenir de él, pero después comprendimos que se trataba de alguien diferente, más grande que todos nosotros. Las proféticas palabras de serpiente emplumada se hicieron realidad, los dioses comenzamos a ser olvidados rápidamente, y la no existencia comenzó a devorarnos uno a uno, comenzando por serpiente negra, y tal como había dicho su hermano nadie escuchó sus gritos de agonía, despareció en medio del silencio. Uno a uno los antiguos dioses fuimos desapareciendo silentemente, durante siglos no se oyó ni un solo gemido, ningún grito llegó a los oídos del hombre. Como dije en un principio ya nadie nos recuerda, y como también dije han comenzado a olvidarlo a él, quien se proclama como el camino, la verdad, y la vida. Si le espera el mismo destino que a nosotros no puedo saberlo, pues mi triste fin se acerca, sé que me desvaneceré pronto con el último pétalo que caiga de los árboles sagrados. Que él desaparezca de la memoria de los hombres en esta era de materialismo, lógica y razón, es algo incierto, puede que sí, puede que no. Eso está más allá de mi vista y alcance.

       Por mi parte ha comenzado mi agonía, mis gritos de dolor son fuertes y agudos, sin embargo no hay oídos humanos que los oigan, me he convertido en una sombra de lo que solía ser. Ya no hay bosques sagrados, ya no existen selvas prohibidas. Mi nombre jamás volverá a ser cantado al viento, y tampoco volverá a ser inspiración de versos. Hoy muere el último de los dioses, no hay peor final que saber que después de ti no quedará nadie de tu especie que te recuerde, nadie que lamente tu desaparición. La no existencia, la nada, me devora, mis lamentos intentan llegar lejos, mas no se oyen, intentan escapar y el silencio los alcanza. Este es el último dolor que mi ser evanescente me causa, y estas las últimas palabras que digo. 



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domingo, 10 de junio de 2012

LA DANZA DE LAS SERPIENTES (parte II)


          He de aclarar que todo este asunto de la necesidad de adoración es cierto, los dioses sólo podemos existir si somos recordados, si estamos presentes en los pensamientos del hombre. De lo contrario caemos en el olvido y dejamos de existir. Cosa de la cual ya han sido victima la mayoría de nosotros, incluyendo a esta triste entidad que hoy habla con la intención de revivir pedazos de su memoria, y de no desvanecerme sin antes luchar. Hay eventos sobre el origen de las cosas que ya no recuerdo, como de dónde surgió la necesidad de los dioses por la sangre humana, la verdad ya mi memoria devastada es incapaz de recordarlo, pero sí de algo estoy seguro es que esto no es necesario para nuestra supervivencia, pero si forma parte un placer del que nada más recuerdo el gusto, así que no puedo explicar el origen de los sacrificios, sólo vienen a mí momentos de placer infinito y de gozo sin medida. Recuerdos, vagos recuerdos y nada más, experiencias de glorias pasadas, momentos gloriosos de días idos, es lo único queda al final. Nuevamente me pierdo entre los muros caídos del laberinto de mi memoria, y me desvío de mi objetivo, pero si a la final mi intención es revivir fragmentos de mí entonces no estoy desviado de mi camino. Recuerdo ahora que esta no es la primera vez que estuvimos amenazados por ser olvidados, aunque ahora si es la definitiva, de esta no escaparemos. Hace mucho tiempo serpiente emplumada tomó una serie de decisiones y desató una cadena de acciones que amenazaron con fuerza nuestra posición en el mundo. No recuerdo toda la historia, pero al menos creo poder contar lo suficiente para que mi relato sea coherente.

            Las serpientes aunque eran gemelas tenían características diferentes, una era oscura y poseedora de secretos como la noche, la otra luminosa y llena de gracia como el día. La serpiente negra gustaba de arrastrarse entre las sombras, y penetrar en los secretos del corazón del hombre. Serpiente emplumada o serpiente verdiazul como también se llamaba volaba por el cielo, deteniéndose a compartir con el hombre la sabiduría del universo.

En su amor por su creación, les enseñó el arte y la ciencia de la vida, les mostró como construir una ciudad gloriosa, y es así como bajo las ordenes de su señor serpiente emplumada los hombres construyeron la ciudad dorada, una ciudad hermosa de edificios de mármol con techos de oro, calles empedradas multicolores, maravillosos jardines y relucientes plazas, refrescantes estanques que reflejan la belleza que les rodea. La primera ciudad construida por el hombre siguiendo un diseño divino. Pero aún así él sentía que el hombre no debería ser un sirviente de los dioses, sin voluntad y sometido a sus caprichos.

Por esto una noche tomó una decisión, voló hasta el árbol del conocimiento en lo profundo de la selva, con su boca arranco una flor de cada color y voló de regreso a la ciudad de los techos de oro, y mientras sus habitantes dormían esparció los pétalos de las flores sobre ellos.  El sol salió como todos los días, pero al despertar los hombres sintieron que había algo diferente en ellos, sus ojos se abrieron y fue como si observaran el mundo por primera vez después de estar bajo un largo y profundo sueño. Algo en sus mentes había cambiado, ellos no sabían qué, pero ahora conocían la diferencia de las cosas, pensaban por sí mismos, y ya no seguían órdenes sin cuestionarlas.

A partir de ese día los hombres comenzaron a cuestionar los designios de los dioses, y no es que en sus corazones fuesen malagradecidos, o que su mente estuviera plagada de ingratitud, pero ahora tenían la capacidad de razonar gracias a la decisión de serpiente emplumada. Los dioses no entendíamos que pasaba, nos sentíamos desconcertados, pues el acto que dio el conocimiento al hombre había sido cometido en secreto oculto en la oscuridad de la noche, sólo yo como guardián de los árboles sagrados había visto a serpiente emplumada tomar las flores aquella noche, pero ignoraba que había hecho con ellas. Pero alguien más presenció los actos nocturnos que causaban descontento entre nosotros. Serpiente negra siempre oculta, sumergida entre su propia envidia y fetidez, había seguido a su hermano y había visto como había otorgado el conocimiento al hombre. Así que siguiendo la perversidad que guía sus actos, delató a serpiente verdiazul ante los dioses. Tal fue la irá que se desató entre nosotros por ese acto de traición que en conjunto decidimos expulsar a serpiente emplumada de la morada de los dioses, y prohibirle para siempre que volviera a habitar entre nosotros, pues está prohibido que el hombre toque parte alguna de los árboles sagrados. Como castigo enviamos una sequía que causara estragos y hambruna en la ciudad. Sin embargo las cosas no resultaron como se esperaba, en vez de irse al exilio, serpiente verdiazul decidió irse a vivir entre los hombres como uno de ellos, y con su poder hizo llover arrebatando a la humanidad de las garras del hambre. Y en nuestras mentes resonó el horror de una idea que acabó por torturarnos por todo la eternidad, entre nosotros y a una sola voz se oía el siguiente mensaje: vean que el hombre se ha vuelto como uno de nosotros pues se ha hecho con el conocimiento y la razón, no vaya ahora a tocar el árbol de la vida eterna porque vivirá para siempre.

Llegó a la ciudad caminando con la apariencia de un hombre joven y hermoso, los que lo veían pasar quedaban embriagados al ver ante ellos, a un hombre que caminaba en su desnudez con gracias y belleza, todos se rendían a los pies del aquel joven que caminaba con paso suave pero firme entre la multitud. Se dirigió al palacio del rey, pasó entre los guardias sin ser detenido y al encontrarse frente a él, el rey que estaba sentado en su trono dorado, adornado con oro y vestido de escarlata, llevando la tela púrpura sobre sus hombros, cayó de rodillas y dijo:

____ Quién eres tú que entras en mi palacio sin ser invitado, te presentas ante mi sin ser detenido si quiera por mis fieles guardias, y haces que todos quedemos rendidos a tus  pies victimas de tu belleza y encanto.

____ Soy aquel que desde las alturas siempre desciende entre ustedes para enseñarles el arte y la ciencia de la naturaleza, soy quien les dio el maíz que alimenta sus cuerpos, soy quien pintó su piel con cacao, soy uno de los que les dio palabras de vida a tus ancestros en el amanecer de los tiempos. Serpiente emplumada hablaba con voz suave, sus palabras parecían tener una especie de melodía que hipnotizaba a todos y los hacía quedar en una especie de trance.

____ Eres tú mi señor serpiente emplumada quien me hablas, dijo el rey en una especie éxtasis que se había apoderado de todo su ser. Pero cómo es posible que seas tú, si ante mi sólo tengo el cuerpo desnudo de un joven que irradia belleza.

____ Tranquilo mi amado rey, este que ves frente a ti soy yo tu señor serpiente emplumada, que en muestra de mi amor por el hombre he decidido venir a vivir como uno de ustedes.

            El rey quitando la purpura de sus hombros, la colocó a los pies de su señor, inclinó su cabeza, besó sus pies y dijo:

____ Si ahora eres un hombre como nosotros, entonces debes ser tú el rey y no yo. Coloco la purpura a tus pies porque no soy digno de colocarla sobre tus hombros, y mucho menos verte directo a los ojos.

____ Si es tu deseo que yo sea su rey así será, de ahora en adelante yo reinaré en esta ciudad, y mientras sea su rey no habrá dolor ni pena en el corazón del hombre. He venido a vivir entre ustedes para dar a sus vidas dicha y felicidad. Dijo serpiente emplumada, luego tomó al rey de los brazos y lo puso de pie.

____ Tu belleza no tiene comparación con la ningún hombre que haya caminado antes sobre la tierra. Dijo el rey aún aturdido por el éxtasis estar frente a un dios.

____ En eso no te equivocas mi amado hermano, así te llamo porque de ahora en adelante viviré como uno de ustedes. Pero que aquello que ves no deslumbre tus sentidos y nuble tu mente. Lo importante no es lo que ves frente a ti, sino lo que he venido a hacer por el bien de todos. Dijo aquel hombre al que sólo una tela púrpura sobre sus hombros cubría su cuerpo.

             A partir de ese día el nuevo rey comenzó a cambiar las cosas en la ciudad dorada, primero les dijo a sus habitantes que todos eran iguales, que ninguno debía elevarse por encima de otro. Pues todos están hechos de los mismos granos de maíz, y que como tal salieron de la misma tierra, que dio origen a todo lo que ahora les rodea. Luego estableció que aunque el hombre era producto de los dioses, pues él mismo había los había creado junto a su hermano serpiente negra, el hombre no era un sirviente de los dioses, ni tenía que alimentarlos con su sangre. Así que prohibió los sacrificios humanos.

             Esto causo un enojo aún mayor del que ya sentíamos hacia la serpiente emplumada. Ya no solo había liberado al hombre de nuestras ataduras, ahora lo había vuelto en nuestra contra y había prohibido lo que constituía nuestro principal placer. Es aquí donde debo hacer un capítulo aparte y contar como eran las cosas antes de que todo cambiara. Como ya he dicho la necesidad de los dioses por sangre humana eras más por placer y satisfacción que por supervivencia. En la ciudad dorada existía una pirámide escalonada de mármol blanco, y en lo alto de esta pirámide había un altar de sacrificios, en el cual los primeros siete días de cada mes los sacerdotes sacrificaban a cuarenta y nueve hombres jóvenes y fuertes. Siete jóvenes por día, eran acostados en la piedra de los sacrificios, una vez allí con sus cuerpos limpios y desnudos, eran sujetados por las piernas y brazos, mientras el sacerdote tomaba un cuchillo de obsidiana y lo insertaba en su pecho con tal velocidad y destreza que extraía sus corazones mientras estos aún latían goteando sangre, la pobre victima podía ver su corazón alzado latiendo en manos de su verdugo segundos antes de que decapitaran su cabeza, y la arrojaran por los escalones de la pirámide. Estos días durante los cuales el mármol se teñía de rojo por la sangre derramada, eran los más felices para nosotros. Aún recuerdo ver a serpiente negra flotar entre los humos de incienso que desprendía el incensario que contenía las brazas en las que se quemaba el corazón recién extraído. Flotaba entre el humo y entonaba el siguiente coro una y otra vez:

Quemada por la sed, la garganta arde,
Un sorbo de agua fría, el dolor puede que calme,
Pero es mejor, de la tibia sangre el sabor,
Que refresca cuerpo y espíritu, afinando la voz.

Bajo el reinado del dios hecho hombre la ciudad dorada prosperó, aumento su tamaño y belleza como ninguna otra ciudad en la historia del hombre podrá ostentar de nuevo. Todo marchaba bien en la tierra, un periodo de paz había llegado con el nuevo rey serpiente emplumada, quien a pesar de tener forma humana aún conservaba sus poderes divinos, por lo cual a pesar de los siglos seguía conservando su juventud y fortaleza, no envejecía ni enfermaba, el tiempo no marchitaba su hermoso cuerpo. Pero con el paso de los años comprendió que no era bueno permanecer entre los hombres para siempre, que debía dejarlos seguir su camino. Por lo que decidió dejar de beber el elixir de la vida eterna y envejecer con un hombre común, y dejar que los años destruyeran el cuerpo que durante siglos había sido objeto de admiración.

Para mantenerse joven y vivir para siempre bajo su apariencia humana, serpiente verdiazul bebía una vez al año el néctar de las flores del árbol de la vida, pero está prohibido que el hombre toque aunque sea la corteza de los árboles sagrados. Incuso él siendo un dios no podía tocar el árbol mientras estuviera en el cuerpo de un hombre. Así que serpiente emplumada debía pedir a los elementales del boque y de la selva que le dieran el néctar de las flores amarillas. Algo que a pesar del profundo rencor que sentíamos hacía él debíamos hacer, pues como dioses guardianes de la naturaleza estamos obligados a servir a aquellos que moran en el cielo, y aunque tuviera apariencia humana y se encontrara expulsado del cielo, serpiente emplumada seguía siendo un dios, y nosotros debíamos servirle.

Mucho tiempo estuvimos los dioses molestos por la prohibición de los sacrificios humanos, el ser privados del sabor de la sangre era algo similar al que siente un hombre si se le priva de placer de degustar un buen vino. Es algo inexplicable, pero, como olvidar ese sabor, ese olor que despide mientras aún esta tibia y fluida, esa sensación viscosa que produce en la boca al beberla, simplemente revitalizante. Indescriptible este placer me es, incomparable más aún, irrepetible ahora era, debido a serpiente emplumada que envuelta en su estupidez, al hombre guiado por un amor insensato intentó proteger.

Nada podíamos hacer, ahora él vivía ente ellos y ya no eran fáciles de manipular. Ninguno de nosotros era tan fuerte como para destruirlo. Largo tiempo estuvimos planeando la forma de apartarlo de la mente de los hombres, sin obtener resultado satisfactorio alguno, frustrados nos entregamos al fracaso, y a nuestro placer renunciamos para siempre. Hasta que sucedió algo que no esperábamos, y es que no existen fuerzas más destructivas en el universo como la envidia, el odio o el rencor. Y si hay alguien entre todos los dioses que puede acumular dentro de sí tales fuerzas, ese es serpiente negra, el humo negro que todo lo envuelve y que en los corazones oscuros penetra. Dueño de secretos, tramador de engaños, maestro de mañas y vicios. Hablar de él me hace recordar un poema que en los tiempos posteriores a la caída de la ciudad dorada, un poeta que en su juventud había visto a serpiente emplumada caminar como hombre sobre la tierra, compuso para recordar el trágico momento en el que la tragedia descendió sobre los hombres, y los años de oscuridad se abalanzaron sobre ellos cubriéndolos con un manto de pena y dolor. Si no recuerdo mal los versos iban de esta forma:

Desde la oscura y húmeda selva,
Una serpiente negra se arrastra,
Entre barro y hojas muertas,
La podredumbre y la fetidez le sacian.

Negra la piel, negra la faz,
Oscuro el corazón, la mente perspicaz,
Mentira y falsedad, la lengua sesea,
Envidia y rencor, de los colmillos gotean.

Silbando, silbando, la serpiente se va arrastrando,
A través de las llanuras, subiendo las montañas,
El valle observa ambiciosa, por las rocas va bajando,
Quien se cruza en su camino, cae presa de sus mañas.

El humo negro llega a la ciudad dorada,
Penetrando corazones, corrompiendo almas,
El señor oscuro, con la venganza planeada,
Escupe el veneno que emponzoña las aguas.

Una cosa la perversa serpiente desea,
Arrojar del trono a la serpiente emplumada,
Atrapar a todos en la oscuridad eterna,
A la ciudad dorada dejar devastada.

La serpiente gemela humo negro, odiaba y envidiaba tanto a su hermano humo blanco, que era lógico suponer que él planeaba la forma de destruir todo lo que éste había construido. Pues su corazón anhelaba más que ninguna otra cosa volver a flotar entre humos de inciensos y deleitarse con el sabor de la sangre humana. Así que halló la manera de hacer que serpiente emplumada se apartara de los hombres para siempre y que estos volvieran a nosotros como siempre había sido, y como siempre habría de ser.

Cada mañana el rey salía a la plaza central de la ciudad y desde allí saludaba y escuchaba a todos aquellos que quisieran hablar con él. Ya se había vuelto costumbre que cuando caminaba por la ciudad las personas arrojaran pétalos de flores delante de él para que sus pies no tocaran el suelo. También era costumbre que las personas al verlo pasar llevando sólo la tela púrpura sobre sus hombros, perfumaran sus pies, brazos y manos con aceites esenciales. Él se sentía un poco incomodo con este trato pero sabía que era una forma en que las personas le expresaban su amor y gratitud.

De esto se valió su oscuro hermano para llevar a cabo la venganza de la que todos fuimos cómplices. Sabiendo que los hombres tenían prohibido tocar cualquier parte de los árboles sagrados tramó engañar a serpiente emplumada para que éste bajo su apariencia humana tocara las flores del árbol de la vida.  Para ello nosotros los guardianes le entregamos flores amarillas en abundancia para que ejecutara su tenebroso plan. Usando artes oscuras cambió su apariencia para no ser reconocido y se transformó en una serpiente blanca de ojos dorados, se acercó a los límites de la ciudad y observó que unos niños jugaban cerca del rio. Cauteloso se aproximo a ellos para no asustarlos, y cuando estuvo a poca distancia de ellos colocó las flores en el suelo y los llamó dando silbidos al aire.

_____ Mis dulces niños acérquense a mí, hermosas flores he traído para ustedes hoy, para perfumar sus bellas figuras. Dijo la serpiente embustera

_____ Quién eres. Preguntaron los niños algo asustados.

_____ No teman, no les haré daño mis hermosos niños, mis lindas criaturas, deseo alegrar su día, endulzar sus deliciosos cuerpos,  vengan, jugosas y dulces frutas les ofrezco. respondió la serpiente mañosa. Vengo a  traerles regalos, y con su cabeza empujó las flores hacia ellos, e hizo aparecer las frutas más sabrosas que se podían imaginar.

Los niños al ver las flores sagradas y las frutas quedaron maravillados con su belleza, y no sospecharon que la serpiente tenía intensiones perversas. Se acercaron a ella guiados por su inocencia creyendo que era buena.

_____ ¿De dónde has sacado estas flores tan hermosas y estas frutas tan deliciosas?, bonita serpiente. Preguntaron los niños ignorantes de lo que pasaba.

_____ Las flores son un regalo de los animales de la selva para el rey de la gloriosa ciudad dorada. Dijo la serpiente aprovechándose de la ingenuidad de los niños.

_____ ¿Un regalo para el rey? Preguntaron los niños con emoción.

_____ Sí mis lindas criaturas, desde los bordes de la floresta observamos como ustedes cubren el suelo por dónde camina el rey con pétalos de flores, y también sabemos que con ellas elaboran aceites con los cuales perfuman su cuerpo. Habló la lengua seseante de mentiras.

_____ Que gesto tan bueno de tu parte el darnos este regalo, con ellas adornaremos al rey, y cuando vea lo hermosas que son se sentirá muy feliz. Dijeron los niños llenos de alegría.

_____ Adelante mis bellos y deliciosos niños, coman las frutas y endulcen su sangre. Decía la serpiente mientras rodeaba a los niños con su largo cuerpo, y seseaba halagos con su lengua. Al tiempo que los imaginaba temblando de miedo. Los veré llorar ante mí cuando el filoso cuchillo reclame lo que es mío, se decía. Y su boca babeaba de sólo imaginar ese dulce sabor, la sangre de un niño no tiene comparación pensaba.

Una vez hubieron comido los niños se sintieron satisfechos, y dijeron a la serpiente que irían a la ciudad a llevar las flores para el rey. Sentían que jamás volvería a probar unas frutas tan dulces y jugosas como esas.

_____ Pues no pierdan tiempo y vayan a la ciudad y lleven las flores, y digan a las personas que encuentren que elaboren con ellas perfumes para el rey, y guarden otras para que cubran el suelo por donde él camina. Dijo la serpiente escupiendo envidia y rencor al hablar.

_____ Gracias bonita serpiente de ojos dorados. Dijeron los niños mientras se alejaban sonrientes con el regalo que llevaban al rey.
_____ De nada, contesto la serpiente mientras observaba con detenimiento los rostros de los niños. Pues pensaba en el momento en que todo volviera a ser como antes, y entonces vería a los niños llorar inmovilizados por el miedo en la piedra de los sacrificios. Pensaba cuan dulce podía ser la sangre de esos niños estúpidos. Ellos serán los primeros pensó, puede que las lagrimas agrien un poco su sangre, pero igual debe conservar buen sabor se dijo a sí misma. Sí, ellos serán los primeros, y se alejó silbando de vuelta a la fétida oscuridad donde se sentía satisfecha. 

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miércoles, 6 de junio de 2012

LA DANZA DE LAS SERPIENTES (parte I)


A
trás quedaron los antiguos días en los que los inmortales éramos adorados como dioses,  cuando de todas partes del mundo los hombres venían a rendirnos tributo, a alimentarnos con una ofrenda de sangre y fuego. El ser nuestro alimento era considerado todo un honor, este sólo gesto era suficiente para que el sacrificado pasara ser un considerado un dios por derecho propio. Aquellos días en los que el hombre respetaba a los árboles y a los espíritus del bosque, y los animales de la selva eran considerados criaturas sagradas. Todos vivíamos en un mundo que se hallaba en un balance de fuerzas, en el que todos teníamos nuestro espacio, sin ese concepto sesgado y limitado de bien y mal. Más bien vivíamos en un mundo un poco más amplio, que intentaba balancearse entre dos grandes fuerzas llamadas orden y caos, sin que una estuviera en grado superlativo sobre la otra. Ahora bien todo esto que menciono forma parte de las memorias de una era pasada, de la que sólo quedan reliquias que atestiguan el esplendor de los antiguos días de gloria. Porque todo cambió desde que del oriente comenzó a fluir una corriente espiritual, que poco a poco como el agua que se filtra a través de las piedras, comenzó a penetrar en las mentes de todos los hombres, al principio no era más que una secta clandestina, integrada por inadaptados que no hallaban su lugar propio en la sociedad, que no se sentían parte del mundo en que vivían. Pero que con el transcurso de los siglos terminó por convertirse en una verdadera religión imparable que terminaría por cambiar la vida de todos para siempre.

Hasta que el mundo que conocíamos desapareció para siempre, los antiguos fuimos declarados enemigos de la nueva deidad, que ahora se alzaba sobre todos como única y verdadera, creadora, amante y redentora. Sólo él era verdadero, su camino el único que lleva a la vida eterna, y su palabra la única verdad. Todos los demás espíritus pasamos a ser olvidados, meras invenciones de la mente humana, o en el peor de los casos, manifestaciones o mensajeros de un supuesto enemigo, que acecha a los hombres para que se desvíen del camino correcto y caigan en la tentación. En fin, nosotros los elementales, ya sólo existimos en las páginas de los libros de cuentos infantiles, en novelas de ficción. Ya ni siquiera podemos habitar en las fronteras de los sueños. Pues hemos sido desplazados por las influencias superfluas del materialismo. Pero no todo es malo, siempre hay un pequeño rayo de luz en los momentos más oscuros, y así como la humanidad pasó de estar bajo nuestro control para estar bajo el de él, ahora ellos mismos se han liberado de sus cadenas y se han hecho dueños de su destino. Y no es que esta noticia me alegre, ya que tal como están las cosas es evidente que los hombres jamás volverán a creer en nosotros, pero me contenta que poco a poco han dejado de creer en él, al punto de que ya es inevitable que  en un futuro no muy lejano él también pase a las sombras del olvido. Pero mi intención de despertar del letargo en el que me encuentro desde hace siglos no es el de filosofar sobre estos temas, sino contar algunas historias que se han olvidado, que forman parte de mis recuerdos de los días de esplendor,  y que espero poder decir antes de que me desvanezca como el rocío matutino sobre la hierba, y de mi no quede ningún rastro que atestigüe la vaga idea de mi pasada existencia.

De mi no pienso seguir hablando, basta con decir que soy un elemental de los días pasados. Mi objetivo es narrar una serie de eventos que ahora sólo se encuentran en mi evanescente memoria, por lo que me urge contarlos antes que desaparezcan. Lo que quiero contar es la historia de la serpiente emplumada y los árboles de la vida y del conocimiento:

Al principio cuando los bosques y las selvas eran vírgenes, y la mano de hombre no había hecho ningún daño considerable a las obras de la naturaleza, había en lo más profundo de cada una de ellas dos árboles que eran la fuente de toda la vida y la supervivencia de todos los seres que habitaban la tierra. Uno era el árbol de la vida de cuyas raíces brotaban los manantiales que alimentaban todos los arroyos y ríos que fluían a través de los bosques, las montañas y las llanuras, incluyendo los grandes ríos que atravesaban las sabanas. Y en cuyas ramas brotaban las flores que esparcían la vida a todas las criaturas. Este árbol era de una altura considerable, destacando por encima de todos los árboles de la selva, poseía un tronco tan ancho como 10 hombres. Sus características lo hacían único entre todas las cosas, su corteza era blanca y lisa, otorgándole un brillo particular ya fuera a la luz del sol o de la luna, produciéndose una especie de fulgor que provocaba un trance en aquellos que lo vieran fijamente, y si esto no fuera suficiente, su follaje carecía de hojas pero estaba lleno de flores amarillas, que florecían todo el año, de las cuales brotaba el polen que fecundaba la tierra y todas las criaturas que sobre ella caminan. El otro árbol era el árbol del conocimiento, en cuyo interior se almacenaba toda la información de la vida, los secretos del universo estaban ocultos bajo su corteza. Este era de dimensiones similares al árbol de la vida, pero tenía un aspecto algo diferente, su corteza era negra y opaca como el carbón y sus hojas eran verdes fosforescentes, y durante todo el año se mantenía floreado, era abundante en flores blancas, rojas, azules, anaranjadas, y violetas. Pero lo más maravilloso de todo era verlas bajo la luz de la luna llena, y apreciarlas en toda su belleza fluorescente, que junto con el resplandor verdoso de las hojas y el fulgor blanco del árbol de la vida daban un espectáculo digno  de los dioses. Y por si fuera poco las flores amarillas de la vida despedían por las noches un perfume alucinante, que penetraba el ambiente y se expandía por grandes distancias.

Todo esto que hablo me hace llorar de nostalgia, pues vienen a mí recuerdos de los días pasados, en los que éramos reyes y dioses en estos bosques y selvas, éramos llamados creadores y destructores, los grandes señores engendradores y procreadores. Como extraño el olor de la tierra húmeda, el sonido del viento cantando sobre las copas de los árboles, ver a las hojas danzar y cantar cayendo al suelo. Mientras nosotros los elementales caminábamos sobre la hierba y el musgo, o flotábamos por entre ramas y trocos, admirando y cuidando nuestra creación, como los protectores que éramos. Aún recuerdo cuando durante el alba y el ocaso, la historia de la creación era cantada al viento, como se recitaban los versos de la formación de la tierra, en los cuales se nos alababa a los creadores del mundo, y de como del cielo aparecieron los antiguos dioses. Aún puedo recordarlo, y en un último intento por revivir los días idos y las glorías pasadas, recitaré la historia de la creación, aunque sé que ya no hay oídos que me escuchen ni voces que hagan coros a mis canciones, aún hay árboles que guardan dentro de sí la sabiduría del mundo, aunque sean ellos que oigan estos últimos versos que canto al viento, me daré por satisfecho y podré dejar que mi naturaleza evanescente desaparezca y se pierda en el olvido.

Quietud y oscuridad, existían al principio,
Infinitos, océano y cielo, en calma estaban,
Entre ellos, espíritus procreadores sólo existían,
Flotando sobre las aguas, envueltos entre alas.

Cubiertos de plumas verdes y azules,
Inmersos en el vapor del sueño eterno,
Los únicos dueños,
Inmóviles sobre el agua esperan el llamado.

Hasta que desde el cielo se oye un trueno,
Silencio y calma dejan de existir,
Espíritus creadores con un grito,
Llaman a aquellos que duermen bajo alas de plumas verdes y azules.

Expandiendo sus alas, despiertan de su letargo los espíritus procreadores,
Desde el cielo, el mensaje llega con la velocidad de un rayo,
Los espíritus creadores dicen tenemos poco tiempo,
Despierten debemos formar consejo.

En un coro sobrenatural de seres divinos,
Tanto los de voz de trueno que habitan en el cielo,
Como los de plumas verdes y azules, que flotan sobre el mar,
Repiten los versos que se oirán una y otra vez hasta el final.

Debemos comenzar, se nos acaba el tiempo,
Silencio y calma, ya no hay,
El amanecer amenaza con llegar,
Antes de que el alba amenace con la salida del sol,
El mundo tenemos que formar.

Y así inspirados por la proximidad del alba,
Los creadores y formadores, seres supremos,
Moviendo agua y aire, en una perfecta sincronía,
Danzando desde arriba y abajo, iniciaron la creación.

Del mar surgieron montañas y llanuras,
Y del cielo cayó la lluvia que creó los ríos,
Unos desde el mar, otros desde las alturas,
Dieron vida con sus voces y sus plumas.

Y el albor hizo sentir su cercanía,
Llegó el amanecer, y la luz existió por vez primera,
Con esplendor, el sol todo iluminó,
Estuvo el mundo, formado y vivo.

Una vez terminada la obra,
Llenos de gozo,
Admirando su creación se dijeron,
El sol ha salido, y el mundo fue creado.

            Oh sagrado dolor de la nostalgia, infinita amargura de la melancolía, aléjense de mí en estas horas, abandonen a este espíritu desdichado, que ha caído en el olvido y ha perdido su gracia, sólo los árboles han oído mi canto, sólo ustedes criaturas nocturnas, que habitan en los bosques son testigos de estos últimos rastros de mi existencia. ¿Es este el destino de una deidad de la naturaleza como yo?, ¿desaparecer junto a las sombras del pasado con la llegada de amanecer de una nueva era?, de ser así que la muerte llegue rápida y sin demora, que se apresure la hora de mi no existencia. Ya no aguanto más estos siglos de agonía, de desaparición lenta y dolorosa, desvaneciéndome en las sombras. La era de los seres divinos ha terminado, el tiempo de los elementales se agotó, y me toca a mí morir con el resto de mi especie. Cuando la última flor de los árboles sagrados se marchite, y la última hoja seca y sin brillo caiga al piso, será mi momento de desaparecer como humo en el viento, y como tal no dejare rastro en el tiempo, de mí no quedará ningún recuerdo. Los antiguos días de las glorías pasadas, sólo serán recuerdos que vagamente se asomarán en los sueños de las mentes más ingenuas, la antigua magia se habrá extinguido, los árboles sagrados habrán muerto. La era del materialismo y la razón habrán triunfado, el hombre al fin se hallará libre de divinidad alguna, será dueño de su destino, esclavo de sus acciones, amo de su propia destrucción.
           
          Ya mi memoria comienza a fallar, la no existencia se aproxima, así que no daré más largas al asunto y comenzaré a contar la historia que me propuse narrar desde un principio, ya sólo tengo retazos de recuerdos, aun a si, son suficientes para unir las piezas más importantes que conforman esta serie de eventos de los cuales aunque no fui protagonista, si fui testigo directo, ya que como deidad protectora de los árboles sagrados era mi deber observar todo lo que sucedía a su alrededor. Yo estuve ahí cuando una de las serpientes gemelas inició la conspiración por el control y la libertad de la humanidad, cuando por la ambición de una de ellas se inició uno de los episodios más oscuros y tristes de la historia, y que hoy se encuentra olvidado, de eso sólo queda vagos recuerdos y nada más. Pero antes de iniciar con la extracción de éstos de mi mente, primero debo descender aún más en la profundidad de mi memoria, y buscar en medio de la oscuridad los trozos de recuerdos que contienen el origen de las serpientes gemelas, pues pienso que debo comenzar por ahí para que las pocas criaturas que aun me oyen puedan entender lo que pretendo contar.
            
            Todo comenzó cuando el mundo fue creado, durante la danza entre los dioses de alas verdiazules, y los dioses de voz de trueno que moran en el cielo, fue en uno de esos movimientos que los alados hacían sobre las aguas para esparcir la vida, mientras los celestes formaban la superficie del mundo, que una de las alas de un dios chocó con la superficie filosa de una roca, arrancando una de sus plumas, provocando una herida que no sangra, porque es necesario que sepan que los dioses no sangran, por eso es que exigimos sacrificios de sangre, es la única forma de obtener aquello de lo cual carecemos. Esta pluma cayó sobre la roca, justo en el borde que sobresalía del agua, sin embargo la punta de la pluma que tenía el color más intenso quedo sumergida en el agua dadora de vida, mientras que la raíz herida y sin gracia quedó sobre la roca estéril, de este acto violento surgieron dos serpientes gemelas, una negra de piel rugosa y áspera se formó sobre la roca, la otra emergió de entre las aguas elevándose sobre la superficie adornada de plumas verdiazules. Es así como se crearon las serpientes gemelas, una oscura, poseedora de secretos y misterios como la noche, otra colorida y llena de gracia como el día. La serpiente emplumada podía volar e ir a donde quisiera, mientras que su gemela debía arrastrarse como una serpiente común. Pero ambas poseían una cualidad, podían transformarse en humo y traspasar cualquier sustancia, es así como no había obstáculos para ellas. Claro está que existía una diferencia, la serpiente emplumada se trasformaba en humo blanco, y la serpiente de piel negra, en humo negro. Es así como en el panteón de dioses antiguos eran conocidas como humo blanco y humo negro. Estos nuevos dioses gemelos tuvieron un papel importante en la creación de la humanidad, pues fue a ellas a quienes los dioses de la creación encargaron la tarea de crear al hombre. Pues hasta ahora sólo existían sobre la tierra, en los aires, o bajo el mar, criaturas incapaces de alabar a sus creadores, animales incapaces de hablar o adorar a sus creadores. Así que a las serpientes se les ordenó crear una criatura capaz de adorar y alimentar su formador, pues los dioses tenían claro que necesitaban ser alimentados, necesitaban una fuente de sangre, ese líquido portador de vida, pues como ya he dicho los dioses no sangramos.
            
      En verdad que decimos a ustedes serpientes gemelas, que no hay sobre la tierra criatura alguna que pueda dar alabanzas a los dioses, no hay quien nos dé gracias por haber otorgado el don de la vida, y por sobre todo no hay quien nos de su sangre como muestra de amor, quien nos alimenten con el fluido vital que necesitamos para vivir. Así que les encomendamos a ustedes que creen criaturas dignas de nosotros, que nos adoren y veneren, que nos alimenten y nos tengan siempre en la memoria. Porque es cierto que si no hay nadie que nos recuerde dejaremos de existir, para nosotros no existe la muerte, ya que no somos carne perecedera. Pero si estamos amenazados a ser destruidos por la no existencia, que llegará a nosotros rápida y sin vacilación si caemos presa del olvido. Así que es a ustedes principio dual de la creación, primeros dioses creados, de nosotros los no nacidos, los no engendrados, los no creados. Ustedes humo blanco y  humo negro, que corresponde crear al hombre, a la criatura digna de dirigir alabanzas a nosotros. Pues les recuerdo que el amanecer se acerca, y para cuando salga el sol por vez primera el hombre debe estar formado. De esta forma las serpientes obedeciendo el mandato de los no nacidos, e inspiradas por la proximidad del alba, decidieron consultar entre ellas cual sería la mejor manera de crear al hombre, de que sustancia lo formarían. Durante largo rato meditaron, y al cabo de un tiempo pensaron en hacer al hombre de polvo, pero al intentar darle forma se dieron cuenta de que el polvo es informe, imposible de moldear. Abandonaron su primer  intento y volvieron a meditar de qué sustancia harían al hombre. Al cabo de un tiempo decidieron hacer al hombre de barro, pero nuevamente se encontraron con que esta sustancia no era la más adecuada, pues era banda y débil, y los hombres moldeados a partir de barro no podía mantenerse en pie. Así que decidieron lanzar su creación al agua y borran todo intento de fracaso. Nuevamente entraron en reflexión de su creación, y de cómo podrían crear al hombre, una criatura capaz de adorar a los dioses. Luego de un tiempo decidieron labrar al hombre de madera, así crearon a los primeros hombres que pudieron caminar sobre la tierra, pero estos hombres eran insensibles, ingratos, inconscientes de su creador, no era apto para dirigir alabanzas, no sentía la necesidad de hacer adoración. Las serpientes sintieron decepción de su obra una vez más. Decidieron borrar toda huella de su fracaso y eliminaron a los hombres de madera a través del fuego, convirtiéndolos en cenizas. Ya estaban a punto de entregarse al fracaso, se sentían incapaces de cumplir con el mandato de los dioses creadores, decidieron pensar una última vez, pero ya no tenían tiempo, el amanecer llegaba y el hombre no estaba hecho. En un intento desesperado decidieron crear al hombre de maíz, hicieron su carne de maíz amarillo, y también sus huesos. De cacao hicieron su piel. De maíz blanco hicieron su sangre y todos sus órganos. Ya justo cuando el primer rayo de sol iluminaba la tierra por vez primera, las serpientes dieron las palabras de vida al hombre de maíz, y este se puso de pie, abrió los ojos y contemplo por primera vez el sol, caminó sobre la tierra y admiró la creación. Y los dioses no nacidos dijeron en coro: el amanecer ha llegado, el sol ha salido, y el hombre ha sido creado. Este si es digno de alabarnos, de darnos adoración. Este si podrá alimentarnos con su sangre, y gracias a él no caeremos en el olvido, y no seremos víctimas de la no existencia. El nos recordará para siempre, y sus descendientes nos tendrán en su memoria. Alabadas sean para siempre serpientes creadoras del hombre. 

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