domingo, 8 de abril de 2012

RESPLANDOR DE UNA MENTE SIN RECUERDOS



T
engo frío, aunque es una noche sin viento, oscura y sin luna, la niebla lo cubre todo, es imposible ver más allá de mis dedos extendidos hacia adelante en medio de esta nada que me rodea. No recuerdo bien cómo llegue aquí, y para ser sincero ni siquiera se en dónde estoy. En mi memoria sólo tengo retazos de una vida, recuerdos, vagos recuerdos y nada más. El frío es tan intenso, resquebraja mi piel, atravesando mi carne tortura mis huesos, me duele respirar, aunque es una sensación extraña, pues siento como si el aire no llenara mis pulmones, es como si no hubiese aire, sólo esta sustancia brumosa, informe y vaporosa que lo rodea todo, no puedo ver nada, no veo mis pies, y ahora que lo noto, no siento el suelo por el que camino, es como si flotara en medio de esta vacuidad que lo absorbe todo, no veo nada, no oigo nada, sólo estoy yo, el silencio, la oscuridad y nada más. Sigo caminando, sin saber a dónde ni cómo, más que caminar floto, me deslizo a través del vacío, como si fuera humo de incienso que sobre el aire flota, como el aroma de un perfume que se expande en el ambiente. Así me siento ahora, sin saber en dónde estoy ni a dónde voy, al igual que una hoja que flota sobre el agua movida por las ondas que se expanden en todas direcciones, sin embargo ella  sigue allí en el mismo lugar, flotando, sin dirección.

A mi mente vienen recuerdos de momentos diferentes, de noches de luna llena, viento suave y fresco, aroma de arboles con tierra mojada, en los que al extasiarse por el fulgor plateado de la luna, mi mente alucinaba con su belleza argentosa, que desde las alturas me saludaba, invitándome a danzar con ella. Es obvio que nada de esto sería posible sin la ayuda de las sustancias mágicas, como las llamo yo, pues al beberlas y al fumarlas me hacen sentir como Alicia en el país de las maravillas, y aunque no corro detrás de ningún conejo blanco, si he llegado a ver orugas que fuman. Cuando entro en este trance todos los objetos cobran vida, y todos adquieren la cualidad de hablar, claro que ninguno es tan hermoso y lleno de gracia como mi dulce amante, si ella que desde lo alto me saluda con su aura fluorescente, con su palidez lúgubre y mortecina. Al contemplarla siento que puedo volar hasta llegar a ella, para fundirnos en un sólo ser lleno de amor y deseo, de lujuria y pasión. Mi hermosa dama plateada, la que ocupa mis pensamientos, y por la cual soy capaz de hacer lo que sea, hasta de probar mezclas que todos consideran peligrosas, sustancias que no deben consumirse juntas ni en proporciones exageradas, pero nada de eso importa, no hay precio suficiente que se compare al placer de contemplar a mi dulce amante en toda su plenitud, antes de que su gracia mengue y su presencia desaparezca del cielo por algunas noches.

Ahora es importante aclarar, que esto no siempre fue así, y digo no siempre porque ahora vienen a mí más recuerdos, que parecen extraídos de otra vida, de otra persona que no era yo. Era lo que podría llamarse una persona normal, o por lo menos en apariencia, ya que dentro de mí nunca me considere normal, siempre supe que era diferente. De niño en la escuela me habían diagnosticado con un ligero problema de déficit de atención, pero al ir creciendo el problema se fue acentuando, los terapeutas que me habían visto nunca comprendieron que mi problema no era de atención, sino que yo tenía la capacidad de escapar a realidades alternas en las cuales podía encontrar alivio a esa realidad que me sofocaba y oprimía, a esa realidad mediocre que envolvía a todos los que me rodeaban, y en la que al parecer todos se sentían conformes, como peces que nadan juntos llevados por la corriente, como gusanos que se apilan y aplastan entre sí para devorar su pedazo de basura de la cual se alimentan, cómo mosquitos que vuelan en multitud hacia esa luz cegadora y atrayente que deslumbra todos los sentidos y que conduce a la muerte. Es que en el fondo la mierda de ese mundo en que vivía me ahogaba todos los días a cada momento, no soportaba estar ni un segundo en ese mundo de marionetas y robots, al que todos odiaban pero que no hacían ningún esfuerzo para cambiarlo, al contrario, hacían cualquier esfuerzo posible por adaptarse a él y sobrevivir entre la inmundicia, la mayoría se conformaba con esto, los más temerarios y ambiciosos escalaban sobre los cadáveres de los demás sin el menor escrúpulo ni remordimiento, ascendiendo entre los despojos y la podredumbre de un mundo que se consume a sí mismo, y se descompone en su propia mierda. Apenas consciente de su patética realidad, execrando a todos aquellos que se atreven a pensar diferente, condenándolos al exilio, al olvido, a una muerte lenta y triste. Pero yo era diferente, era superior, y digo era porque en el estado en que me encuentro ahora, ya no sé si soy, era, o ya no soy más.

El tiempo fue pasando, yo fui creciendo y mis capacidades para evadir la realidad fueron aumentando, al entrar en la adolescencia descubrí que el alcohol era un agente que potenciaba mi habilidad de evadir la realidad consciente, él me ayudada a escapar a lugares en los que sólo una mente superior como la mía podía llegar, lugares que no eran accesibles a simples mortales que se conformaban con ese mundo del cual yo hacía todos los intentos posibles por escapar. Uno de esas capacidades que más se había desarrollado con el tiempo era la de crear mi propia realidad, poco a poco se me hacía más difícil distinguir entre el mundo de los sueños y el mundo real, por lo que pronto me di cuenta que no había diferencia entre sueños y realidad, yo me había convertido en una especie de Dios que hacía de sus sueños su propia realidad. Al principio soñaba despierto, pero con el paso de los años las cosas comenzaron a cambiar, caía  en sueños profundos de los cuales al despertar no era capaz de recordar nada, a menudo despertaba con golpes y rasguños por todo mi cuerpo, en muchas ocasiones estaba impregnado de tierra y suciedad. Ah cuán lejos estaba del resto de los simples mortales, seres inconscientes y condenados a estar encadenados a una realidad creada por alguien más, incapaces de crear su propio mundo para refugiarse en él. Pero no, yo era diferente, yo podía crear mundos a mi antojo, solo bastaba que tomara una cantidad suficiente de mi elixir mágico y en un instante me convertía en un ser divino, creador y destructor de cuanto yo quisiera. Luego descubrí algo que cambió mi vida para siempre, había sustancias más poderosas que el alcohol para convertirme en Dios. La primera vez que la probé fue como ir al cielo en un solo viaje, bastó que fumara una cantidad de esa hierba maravillosa para que en seguida fuese capaz de crear realidades superiores a cualquiera que hubiese creado antes. Ya no era Dios era una especie de SuperDios, un gran señor creador y destructor. Ahora sentía que estaba en el país de las maravillas, los demás eran como Alicia que no entendía que pasaba ni en dónde estaba, yo en cambio era cómo la oruga que fumaba de su narguile, por más que esta se esforzara por explicarle las cosas a esa pequeña niña, ella jamás lograría comprenderlas.

            Y digo esto porque a medida que mi mente evolucionaba a niveles superiores, mi familia comenzó a molestar y a entorpecer mi proceso de ascensión, ellos no entendían mi superioridad, y no los culpo, sumergidos en su propia insignificancia no eran capaces de ver la grandeza que tenían en frente.  Comenzaron por obligarme a buscar un tratamiento a la enfermedad que según ellos yo padecía, que ignorantes eran, no entendían que yo no estaba enfermo, yo era un ser divino y como tal tenía habilidades que ellos no eran capaces de comprender. Como dije  antes comencé a caer en profundos sueños de los que al despertar no recordaba nada, es así como un día al despertar de las sombras de mi mundo alterno, me encontré con una noticia que causo un gran gozo en todo mi ser, fue una sensación indescriptible de alegría, si es que la palabra alegría puede aplicarse al estado en el que yo me encontraba. Y el asunto que causaba ese torrente de emociones en mí no era otro que la solución a unos de mis problemas, la cual había llegado de manera inesperada y silenciosa.  Al parecer de la mano de algún ángel vengador que no soportó mas ver la injusticia de la cual yo era víctima por parte de aquellos que eran incapaces de comprender mi superioridad, en realidad no se qué fue lo que pasó, de hecho nadie lo sabe, según la policía pudo tratarse de un robo, aunque al parecer nada había sido robado, ni nada había sido movido de su santo lugar. Pero el hecho en cuestión era que en el garaje de la casa el cadáver de mi padre yacía apuñalado en el pecho desde la noche anterior, había muerto ahogado en su propia sangre, pues el objeto que se usó para llevar a cabo la sentencia de la cual era merecedor por haberme tratado de forma tan injusta, no había perforado su corazón, pero en cambió sus pulmones no tuvieron la misma suerte y terminaron siendo perforados en varias oportunidades, provocando que la sangre inundara todo y que mi padre terminara ahogado en una charco de su cálida, viscosa, y roja sustancia vital. El arma homicida jamás se encontró y la policía pronto desechó el caso, o por lo menos eso es lo que decían mi madre y mis hermanas, pues para mí nada más importaba sino el hecho de que me hallaba libre de uno de mis más grandes obstáculos. Ahora sólo faltaba que ese ángel vengador obrara nuevamente y todo estaría completo, tres obstáculos se oponían para que yo pudiera vivir a plenitud. Sólo tres milagros más y todo estaría listo, y algo me decía que esa mano vengadora y celestial escuchaba mis pensamientos, todo acabaría pronto, eso me decían mis voces y ellas nunca se equivocaban.

Ahora es tiempo de hablar de ella, mi único amor, mi amante perfecta, la que me seduce desde las alturas con su pálida desnudez, no recuerdo exactamente cuándo fue la primera vez que oí su voz, pero si estoy seguro que fue después de comenzar a probar las pastillas, las tomaba de todos los colores, y eran para mí la única fuente de poder, ellas eran superiores a todo lo que había probado antes. Y fue gracias a ellas que pude escuchar la suave voz de mi amada, esa voz susurrante, como de serpiente, que se deslizaba desde las alturas hasta mis oídos, y de ahí a través de todo mi ser, a pesar de que no era más que un susurro, lograba opacar a todas las voces que hacían vida en mí. Recuerdo pasar noches enteras contemplado su fulgurante rostro que me invitaba a ir hasta ella, a poseerla y a hacerla mía, a unirnos en un acto sexual y convertirnos en un solo ser, hasta hacerla llegar a un orgasmo infinito. Pero he aquí que algo comenzó a suceder, y es que mi habilidad de caer en profundos sueños no sólo se acentuó, sino que mi memoria comenzó a perder su capacidad, de pronto me encontraba en un lugar sin saber cómo había llegado allí.  Había trozos de mi vida que estaban totalmente en blanco, pero eso me tenía sin el más mínimo cuidado, ya que mi vida no transitaba por ese mundo miserable del cual mi memoria se había desprendido, yo estaba en mi propia dimensión, creada a mi antojo y voluntad. Y mi única ambición en esta existencia vaporosa y alucinante en la que ahora transcurría mi ser, consistía en admirar, amar, y satisfacer los deseos de mi amada, la única.

Fue ella quien me pidió deshacerme de mis hermanas y de mi madre, según me decía, eran un estorbo entre nosotros, algo que debía ser eliminado. Reconozco que al principio se me ocurrieron múltiples maneras de complacer los deseos de mi amada, pero no tenía la voluntad de hacerlo, cuando reunía el valor suficiente para llevar a cabo alguno de los planes que se anidaban en mi mente durante días, afloraba la cobardía de lo más profundo y tomaba el control de mi voluntad y entendimiento. Estaba perdido, no tenía escapatoria, era un cobarde, un gusano, algo menos que un gusano, un ser sin voluntad ni valor para cumplir el único deseo de su argentosa amante, mátalas me decía, mátalas decía una y otra vez su voz de serpiente. Pero la cobardía tiene voluntad propia y su voz resonaba en mí con absoluto estruendo. Ya no había esperanza, jamás sería capaz de cumplir mi misión, y jamás sería feliz al lado de mi amada.  Todo parecía perdido, hasta que, se presento la verdad ante mis ojos, como una luz cegadora me hizo comprender que no tenía de que preocuparme. Pues yo no estaba solo en mi lucha contra el mundo, a mi lado, imperceptible pero eficiente, se encontraba el ángel vengador, aquel que me había librado de mi padre, también se encargaría de liberarme de mi familia. Sólo debía esperar a que el hiciera su trabajo y todo estaría bien. Sólo esperar y nada más. 

El olor a humo me despertó, me costaba respirar, estaba aturdido, no recordaba nada, era una de esas tantas veces en las que mi memoria colapsaba, como en otras ocasiones tenía suciedad y golpes por todo mi cuerpo, pero esta vez también había sangre en mi ropa, manos, y al parecer en mis zapatos, no puedo recordar si la sangre que había en mi cara era producto de pasar mis manos ensangrentadas por ella al intentar limpiar las gotas de sudor que corrían por mi frente producto del calor que me sofocaba, o si había llegado allí de la misma forma que en que había llegado al resto de mi cuerpo, en fin no le hubiese dado importancia si no fuera por el hecho de que al parecer mi casa estaba en llamas, yo estaba en mi habitación sobre mi cama, por debajo de la puerta se colaba una amarillenta y vacilante luz, que otorgaba a la habitación un fulgor espectral que hacía divagar mi mente más de lo que ya estaba. El calor y el humo que ya me hacían difícil respirar, hicieron que saliera a ver qué ocurría, al intentar abrir la puerta sentí como el pomo de la cerradura quemaba mi mano, pero eso no me detuvo, al salir me encontré con que las llamas devoraban la sala y ya alcanzaban el techo, parecían trepar por las paredes y arropaban todo a su paso, era una imagen alucinante, embriagadora, que me hipnotizaba y me hacía perder el sentido del tiempo. Así que en vez de salir huyendo de allí como cualquier persona sensata hubiese hecho en mi lugar, preferí quedarme para admirar esa escena tan maravillosa que yo en mis alucinaciones jamás hubiera sido capaz de crear. Los muebles ardían con llamas grandes y voluminosas de colores que iban del amarillo al anaranjado más intenso, y para hacerlo más interesante arrojaban destellos de llamaradas azules, un azul tan intenso que captaban toda mi atención. Otra cosa interesante era el sonido que producía el fuego al engullir todo lo que se encontraba, era una especie de crujido, indescriptible a través de las palabras, pero que inducía en mí el más sutil y ligero trance. Me encontraba yo totalmente absorbido en la contemplación de esa escena que tenía a mi alrededor, y  de la cual quería formar parte, cuando noté algo, al principio fue como un susurro, una vaga idea, algo que de forma lenta iba aflorando en mí, al inicio produjo  un terror que me hizo estremecer, un terror que poco a poco comenzaba a causar una sensación sádica en sí misma, la sola idea era demente, pero cada vez estaba más seguro de querer hacerlo, quería ser absorbido por esas llamas y ser parte de la belleza que tanto admiraba en ese momento. Quizás fue por estar absorto en esos pensamientos, o por estar cautivado por las llamas, o posiblemente se debió al trance que el sonar del fuego producía en mí. El hecho fue que por un instante desvié la mirada hacía algo que no había notado antes, algo que estaba ahí más tiempo del que llevaba yo contemplado el incendio. Pero que al verlo produjo en mí la mayor de las alegrías y las satisfacciones, quizás comparable al placer sexual que siento al unirme con mi amada. Ahora la verdad estaba ante mis ojos y me decía que todo había terminado, que todo llegaba a su fin, ya podía estar para siempre con mi amor sin que nada ni nadie nos lo impidiera. En un instante lo comprendí todo, y sentí que se había hecho justicia. El ángel vengador había escuchado mis lamentos y había atendido a mis suplicas, como lo hiciera años atrás acudió en mi ayuda y me había librado de mis enemigos, de esos seres despreciables que sólo querían lastimarme y atarme a su mundo de miseria e inmundicia. Pero ellos no contaban con la intervención de mi ángel vengador. Ya no tenía que preocuparme nunca más, la cobardía se había ido de una vez y para siempre, la libertad se acercaba con paso rápido y me decía que jamás se iría. Frente a mí yacían los cadáveres degollados de mi madre y mis hermanas. Lancé un grito de euforia, alcé los brazos y le dije a mí amada luna que ahora estaríamos juntos para siempre, que nadie lograría separarnos ahora. Respire hondo y esperé que las llamas me consumieran, ahora sería libre y las llamas me llevarían al lugar que me corresponde, y justo cuando el fuego comenzaba a quemar mi piel acudió de nuevo a mí el horror y traspasando mi carne se aferro a mí para nunca dejarme, dejándome escuchar su horrible mensaje, pronto sería libre, y me iría a otro lugar, pero, ¿a dónde? 

si te gustó lo que leíste la mejor forma de agradecerme es compartir el enlace con tus amigos en las redes sociales.